Imagínese lo que ocurriría si la tripulación de una nave espacial supermoderna perdiera de repente el noventa por ciento de su capacidad mental.
Sin comprender nada, podrían empezar a desmontar los paneles y encender un fuego en la cabina, o sacar instrumentos de sus consolas para utilizarlos como juguetes o decoración.
Pues bien, esta gente puede compararse exactamente con una tripulación de dementes como ésa. Y estas eran las personas, estos eran los ‘inválidos minusválidos’ que primero inventaron el hacha de piedra, luego la lanza, luego… Y son sus pensamientos los que ‘progresaron’ con el tiempo hasta la invención de las cabezas nucleares. Son sus pensamientos los que aún hoy continúan con increíble obstinación derribando creaciones ya perfectas y sustituyéndolas por sus propios artefactos primitivos.
Sus descendientes empezaron a inventar más y más, y al hacerlo siguieron destrozando los mecanismos supermodernos y naturales de la Tierra y creando todo tipo de estructuras sociales artificiales. Entonces la gente empezó a pelearse entre sí.
Estos mecanismos, estas máquinas, eran incapaces de existir por sí mismos, como los naturales. No sólo no podían reproducirse, sino que no podían restaurarse a sí mismos después de una avería como puede hacerlo un árbol, por ejemplo.
Y entonces ellos, los tecnócratas, requirieron un vasto ejército de trabajadores para mantener estos mecanismos, virtualmente transformando un segmento de la población general en robots biológicos. Estos robots biológicos, que carecen de cualquier capacidad individual para aprender la verdad, se prestan muy fácilmente a la manipulación.
Por ejemplo, a través de medios de información artificiales, se les inyectó con demasiada facilidad el programa “Debemos construir el comunismo”, para lo que se crearon símbolos como insignias y banderas de un determinado color. Más tarde, a través del mismo medio se inculcó el programa de “El comunismo es malo” a otro sector de la población, y se utilizaron otros símbolos y colores. Y entonces estos dos grupos con diferente programación acaban odiándose entre sí, hasta el punto de la aniquilación física.
Pero todo esto comenzó hace diez mil años, en el momento de un aumento significativo del número de seres privados de un vínculo con la Gran Inteligencia. De hecho, incluso se les podría llamar dementes, ya que no había una sola criatura viviente capaz de contaminar la Tierra como ellos lo hacían.
En aquellos lejanos tiempos aún quedaba una poca gente que tenía libre acceso a la sabiduría del Universo. Tenían la esperanza que cuando la humanidad llegara al punto en que el aire contaminado hiciera difícil respirar y el agua se volviera peligrosa para beber y todos sus sistemas de soporte vital creados artificialmente -tecnológicos y sociales- resultaran demasiado torpes y cada vez con más frecuencia sólo conducían a desequilibrios desastrosos, la humanidad empezaría a pensárselo mejor.
La gente que se encuentra al borde del abismo empezará a pensar en qué consiste el ser, empezarán a reflexionar sobre el significado de su existencia y su propósito. Entonces muchos de ellos desearán comprender la verdad de sus orígenes prístinos, y esto es posible – pero sólo bajo la condición absoluta de que las capacidades inherentes a los orígenes prístinos del Hombre sean restauradas.
Libro 2: The Ringing Cedars of Russia, capítulo “Tour sacred sites, O Russia!“, escrito en ruso por Vladimir Megré y editado en inglés por el Dr. Leonid Sharashkin.
Traducción al inglés de John Woodsworth.
Traducción al español de Jorge Arturo sólo del presente fragmento.